Carisma de la Orden

Comunión fraterna, servicio, dedicación a santa María y conversión

En el panorama de la vida religiosa y en particular de las Ordenes mendicantes, la Orden de los frailes Siervos de Santa María, se caracteriza por un sentido fuerte de comunión fraternal, espíritu de servicio, una constante referencia a la bienaventurada Virgen, gloriosa Señora de sus Siervos y la continua tensión a la conversión.


SERVICIO

El Servicio es un elemento esencial del carisma de la Orden. Este espíritu de Servicio tiene sus profundas raíces en las Sagradas Escrituras. En su ideal de servicio, los Siervos de María se inspiran antes que nada al ejemplo de Cristo, que se encarna en la figura del “Siervo del Señor” (cf. Is 42, 1-7; 49, 1-9; 50, 4-11; 52, 13-53, 12), que vino “para servir y dar la propia vida en rescate de todos” (Mc 10, 45) y esta en medio de sus discípulos “como aquel que sirve” (Lc 22, 27; cf. Jn 13, 3-17). Después en la humilde actitud de la bienaventurada Virgen que, llamada por Dios a a colabora en el proyecto salvador de la encarnación del Verbo, se declaró: “Sierva del Señor” (Lc 1, 38).

Para los Siervos el Ámbito del servicio es muy amplio: Dios, la Virgen, la Iglesia, el hombre, los frailes de la propia comunidad. El Servicio es la participación a las aspiraciones e inquietudes del hombre, la promoción de genuinas formas de vida cristiana.

  • Servicio como la hospitalidad y acoger a los hermanos, especialmente los más humildes, la asistencia a los ancianos, a los enfermos, y a las personas necesitadas.
  • Servicio son también las múltiples formas de compromiso apostólico, en particular el misionero.
  • Servicio finalmente es: el estudio, el ejercicio de la autoridad, el compromiso de tener con todas las criaturas “solo relaciones de paz, de misericordia, de justicia y amor constructivo.”

FRATERNIDAD

En el texto de las Constituciones de los Siervos es clara la importancia de la comunión fraterna para la vida. La oración de Jesús al Padre para sus discípulos fueran una sola cosa como Él y el Padre son una sola cosa (cf. Jn 17, 11), el testimonio de la primitiva comunidad cristiana en el cual “la multitud de los que habían venido a la fe, tenían un solo corazón y una alma sola” (Hch 4, 32), el precepto de san Agustín che los frailes vivan “unánimes en la casa” y tengan “todo en común” entre ellos y finalmente el ejemplo de los Siete Santos Fundadores transmitido por el grande documento antiguo “Legenda de origine Ordinis hacen que la comunión fraterna sea elemento esencial de la vida de los Siervos de María. Sin este elemento no serían siervos de Santa María.

La comunión fraterna “caracteriza el modo de testimoniar el Evangelio"

  • Informa nuestro estilo de vida, nuestro trabajo y nuestra oración; determina la forma de gobierno de la Orden y da una peculiar huella a nuestro servicio apostólico.
  • Es el ámbito en el cual realizamos nuestro testimonio de pobreza evangélica y en el cual vivimos nuestro compromiso de obediencia a la Palabra de Dios y a las decisiones comunitarias.
  • En ésta reconocemos una fuente de amistad y una salvaguardia de nuestra consagración al Señor en la castidad porel Reino.
  • La comunión fraterna finalmente es el clima indispensable de la formación auténtica del Siervo de María y para su desarrollo integral de su personalidad.

INSPIRACIÓN MARIANA

La dedicación total a la bienaventurada Virgen, “especial refugio, madre singular y propia Señora” de los Siervos es otro de los elementos esenciales de la vida de la Orden de los Siervos de Santa María.

Esta dedicación tiene sus raíces en el hecho mismo realizado por nuestros primeros Padres fundadores al inicio de su camino espiritual: ellos “temiendo su imperfección, pensaron rectamente ponerse humildemente ellos mismos y sus corazones, con toda devoción, a los pies de la Reina del cielo, la gloriosísima Virgen María, para que ella, como mediadora y abogada, los reconciliara y los recomendara a su Hijo, y supliendo con su caridad plena a su imperfección, intercediera para ellos la fecundidad de méritos. Por eso poniéndose con honor de Dios al servicio de la Virgen Madre suya, quisieron desde entonces ser llamados “Siervos de santa María”.

La Orden en efecto, siempre ha estado convencida de una particular presencia de santa María en su vida: en la hora difícil de los orígenes, a lo largo de los siglos, en el tiempo actual.

Ya en la época de los siete santos Padres y de San Felipe Benicio, los Siervos tuvieron clara conciencia que en el origen de la Orden estaba la figura materna y misericordiosa de Santa María, la Novella plantatio, como el papa Inocencio IV, con una imagen de ascendencia bíblica (cf. Is 61, 3; Sal 143, 12), llama a la Orden en la bulla Ut religionis vestrae del 1 de agosto de 1254. Sin duda se convirtió en la mente de los frailes la plantatio Virginia, como la viña plantada por la Virgen y por ella custodiada y defendida.

A lo largo de los siglos la Orden ha sentido siempre cerca la bienaventurada Virgen, que la veneraba con devoto servicio como Mujer del anuncio gozoso, de la misericordia real y de la compasión salvadora.

La ha sentido cerca sobre todo en los momentos en el cual, los acontecimientos de varia naturaleza, habían amenazado la extinción y se corría el peligro de desaparecer parte de su patrimonio espiritual. En esos momentos la conciencia de ser la “religio Dominae nostrae” constituyó para la Orden un motivo de esperanza y una fuerza especial para la renovación de su compromiso evangélico.

En las Constituciones (normas internas) de la Orden del 1987 y en algunos textos propios de la Familia de los Siervos todo el misterio de la Virgen es propuesta a los Siervos para la contemplación y al obsequio, pero según la secular tradición de la Orden, algunos aspectos son puestos en relieve:

  • La Encarnación del Verbo, acontecimiento en el cual los Siervos contemplan llenos de veneración la Santísima Virgen de la Anunciación, la mujer del “fiat” (cf. Lc, 1, 38), humilde y llena de fe: y de ella aprenden “a acoger la Palabra de Dios y a estar atentos a las indicaciones del Espíritu.
  • La asociación de la Madre a la pasión salvadora del Hijo (cf. Lc 2, 34-35; Jn 19, 25-27), que determina la particular piedad de los Siervos hacia la Virgen de los Dolores.
  • La maternal intercesión de la Virgen, Reina y Madre de Misericordia, a la cual los Siervos confiados se abandonan y a la cual misericordia se proponen prolongar en su vida.
  • Su glorificación al cielo junto al Hijo, por el cual ella resplandece como la Gloriosa Señora, a la cual los Siervos ofrecen su devoto servicio y bajo el cual patrocinio se refugian.

MISERICORDIA

La conversión

En la Iconografía de los Siervos, a menudo se encuentra la imagen de la Madre de la Misericordia que acoge a sus siervos y los protege de todo mal físico y espiritual, implorando gracias y misericordia de su Hijo; pero también a menudo se reconoce en esta piedad de los Siervos el camino que Dios llama constantemente la conversión, entendida como el constante dirigirse a Dios y el cotidiano progreso en el camino trazado por el Evangelio, es una componente característica de la espiritualidad de los Siervos.

Esa tiene su raíz en la gran amonestación de Jesús, dirigido a quienquiera ser su discípulo: “Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15) e implica una “orientación radical y constante de la comunidad y de los individuos hacia la novedad de Cristo”.

Para los Siervos de cada tiempo el dejar todo y las opciones realizadas por los Siete Santos Fundadores cuando se reunieron para seguir a Cristo y su Evangelio, constituyen un ejemplo convincente de la “Conversio Morum”.

La Conversio morum exige en efecto, un estilo de vida austero, sobrio, penitente “de modo que para cada uno de nosotros se haga realidad la palabra del apóstol: ‘Los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos. Si por lo tanto vivimos del Espíritu, caminemos también según el Espíritu’ (Gal 5, 24-25).


María en el misterio de la Redención: la Virgen Dolorosa.

Para los Siervos de Santa María la devoción a la Virgen de los dolores se vincula al simbolismo del hábito negro, en el cual los hagiógrafos del siglo XIV reconocían un signo de la humildad de la Virgen y las penas sufridas en la pasión de su Hijo.

La respuesta de san Felipe a dos frailes dominicos que le preguntaban sobre la Orden al cual pertenecía, y la visión mariana que según el autor de la Legenda de origine Ordinis, tuvo san Pedro Mártir ponen el hábito de los Siervos en relación con el misterio del dolor de nuestra Señora: “hábito de la viudez” de la Virgen, lo llama san Felipe; hábito que significa “el dolor que ella sufrió en la dolorosísima pasión del Hijo suyo”, precisa el autor de la Legenda de origine Ordinis.

Se trata de testimonios de la primera mitad del siglo XIV, que son objeto de creciente interés por parte de los historiadores de la Orden.

En esos testimonios se puede reconocer el germen de aquella morosa atención hacia el misterio de la Virgen Dolorosa, que se desarrollará en los siglos sucesivos y constituirá uno de los elementos característicos de la espiritualidad de la Orden.

En efecto, el culto particular hacia la Virgen de los Dolores se expresa con devociones como la Corona de la Dolorosa, el Via Matris, y con una Misa votiva de los Siete Dolores que fue concedida para los frailes de la Orden el 9 de junio de 1668. En los siglos XVII-XIX encontramos un hecho importante en el desarrollo de la devoción dentro de la Orden: el 9 de agosto de 1692 la Virgen de los Dolores fue declarada titular y patrona de la Orden; punto de un largo proceso en el cual varias expresiones de piedad por parte de la Orden Seglar se dirigía hacia la Virgen Dolorosa –sea litúrgicas como populares- habían surgido y se había solidificado; pero también fue estímulo y punto de partida para la creación de otros ejercicios piadosos en honor de la Reina de los Mártires.

En las Constituciones (normas) de la Orden se encuentra un grande Epílogo che sintetiza la figura de la Madre de Dios en el misterio del la Redención y sus Siervos: “En este compromiso de servicio, la figura de María a los pies de la Cruz sea nuestra imagen conductora. Ya que el Hijo del hombre todavía esta crucificado en sus hermanos, nosotros, Siervos de la Madre, queremos estar como Ella a los pies de las infinitas cruces, para llevar consuelo y cooperación redentora”.

 

Enero
SAN ANTONIO MARÍA PUCCI

Eustasio Pucci, nació el 16 de abril de 1819 en Toscana en Poggiola di Vernio, en el seno de una familia numerosa. Desde niño se distinguió por su bondad, su laboriosidad y su deseo de servir, especialmente en la iglesia parroquial de la que su padre era sacristán. Sin embargo, cuando se confirmó la vocación de Eustasio a la vida religiosa, a raíz de una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Bocca, su padre y su madre se opusieron a ello, pues era el mayor de los hijos varones. Así pues, Eustasio no pudo ingresar en la congregación de los Siervos de María, sino hasta los dieciocho años, en 1837. Al entrar en el priorato de la Asunción, en Florencia, Eustasio tomó el nombre de Antonio María.

Fue ordenado sacerdote en 1843, nombrado vicario, después cura en Viareggio donde permanecerá toda su vida. La oración y la obediencia eran su primera preocupación, y en seguida los estudios. Fue ordenado sacerdote en 1843 y, menos de un año después, fue nombrado vicario de la iglesia de San Andrés, en Viareggio. En 1847, cuando sólo tenía veintiocho años, fue elevado a párroco de la misma iglesia. Los fieles llamaban a su párroco «II curatino», algo así como «nuestro señor curita», para demostrar, a la vez, su cariño y su respeto por él. San Antonio parece haberse adelantado a su tiempo en lo que se refiere a la organización parroquial; pero jamás perdió de vista que las cosas son sólo medios para un fin, y el fin de la vida es la caridad. Tampoco olvidó que el pastor debe ser el ejemplo de su rebaño. Antonio era el padre y el siervo de todos; los enfermos, los ancianos, los pobres; todos los que sufrían en alguna forma acudían a él, buscando la ayuda que les daba sin reservas. Su olvido de sí mismo se manifestó, sobre todo, durante las epidemias de 1854 y 1866.

Fue el precursor de la Acción Católica, crea un orfanato para los niños pobres y de salud frágil. Funda también en 1853 el Instituto de los Siervos de Maria para las jóvenes y diversas asociaciones cristianas: La Compañía de San Luis, La congregación de la Doctrina Cristiana. Reorganiza para los adultos la Compañía de María Santísima de los Dolores y para las madres de familia, la Congregación de las Madres Cristianas.

Es el 12 de enero de 1892 que muere de una neumonía purulenta después de haber sanado a un enfermo que le contagió. Enterrado en un principio en el cementerio parroquial, sus restos fueron transportados, el 18 de abril de 1920, a la iglesia de Santa Andrea donde había ejercido su ministerio pastoral.

Fue beatificado el 22 de junio de 1952 en Roma por el Papa Pio XII y canonizado el 9 de diciembre de 1962 en Roma por el Papa Juan XXII quien en su homilía le consideró como un ejemplo de vida sacerdotal.


Febrero
SIETE SANTOS FUNDADORES

Los siete primeros Padres de la Orden de los Frailes Siervos de María nacieron en Florencia, Italia. Unidos por una singular amistad e impulsados por un gran amor a la Virgen María, se dedicaban juntos a la oración y a las obras de misericordia. Su común anhelo de entregarse al servicio de Dios se afianzaba día con día, y por ello, hacia el año 1245, decidieron, movidos por inspiración divina, retirarse a Monte Senario, donde abrazaron por algún tiempo la vida eremítica. Más tarde, habiéndose agregado un buen número de hermanos, pusieron los primeros fundamentos de la Orden de los Siervos, cuyos miembros se dedican por entero al servicio de Dios y del hombre, se comprometen a seguir a Cristo, a ser testigos del Evangelio, inspirándose constantemente en la Virgen María, su Señora, y a practicar la vida comunitaria según la Regla de San Agustín. El Papa León XIII canonizó a los Siete Fundadores en 1888.

En un período de dos años, siete jóvenes florentinos –miembros de las familias más importantes de la ciudad- se asociaron a la Confraternidad de la Santísima Virgen –popularmente conocidos como los "Ludesi" o los alabadores-, en una época en que Florencia estaba acosada por alborotos políticos y perturbada por la herejía. Pese a algunas dificultades, los jóvenes, por revelación divina, decidieron alejarse del mundo y tras conseguir la aprobación del Obispo, se mudaron a una casa llamada "La Carmazia", en las afueras de la ciudad, donde decidieron llevar una vida de penitencia y oración, pero los continuos visitantes florentinos comenzaron a distraerlos y así decidieron retirarse a las laderas desiertas del Monte Senario, donde construyeron un sencilla Iglesia y una ermita, en la que llevaban una vida de austeridades casi increíble. Sin embargo, tras una nueva visión de la Virgen en oración profunda, los jóvenes –por indicación de Nuestra Señora- decidieron formar la orden de Siervos de María, vistiendo un hábito negro y siguiendo la regla de San Agustín (Un solo corazón una sola alma). A partir de 1240, fueron conocidos como Siervos de María o Servitas, quienes rápidamente extendieron su labor apostólica por toda Florencia, llegando a fundar varios conventos e iglesias.

León XIII, en 1884, establece que los siete Fundadores pueden ser canonizados como uno solo, por lo tanto se consideran suficientes cuatro milagros. La canonización tuvo lugar en Roma el 15 de enero de 1888. Estuvo presente en el rito fray Antonio M. Pucci, que morirá cuatro años más tarde y que en 1962 será canonizado.

Mayo
San Peregrino Laziosi

Peregrino Laziosi (1265-1345) nació en Forli, Italia, hijo único de una familia pudiente. En su adolescencia, se unió a los enemigos del Papa en su ciudad natal y pronto se convirtió en cabecilla de los rebeldes.

El Papa Martín IV colocó a Forli en un interdicto espiritual, que provocó el cierre de las iglesias en la ciudad, con la esperanza de hacer entrar en razón a sus ciudadanos. Tras el fracaso de esta medida, envió a Felipe Benicio, de la Orden de los Siervos de María, como su embajador personal para intentar llevar la paz a los furiosos rebeldes.

Sin embargo, el delegado papal no fue bien recibido. Mientras se dirigía a una multitud disconforme, fue arrastrado, golpeado con garrotes y apedreado. Peregrino lo derribó con un fuerte golpe en la cara. Poco después, afligido por el remordimiento, el joven se echó a los pies del lastimado y sangriento cura pidiendo perdón, que le fue otorgado con una sonrisa.

Posteriormente, se convirtió en defensor incondicional de Felipe Benicio. Seguía las sugerencias de Felipe y, con frecuencia, oraba en la capilla de Nuestra Señora, en la Catedral. Mientras se encontraba arrodillado, tuvo una aparición de la Santa Madre sosteniendo en sus manos un hábito negro, como el que llevaban los Siervos de María.

"Ve a Siena", dijo María al asombrado Peregrino. "Allí encontrarás hombres devotos que se hacen llamar mis Siervos. Únete a ellos".

Los Siervos de María le ofrecieron una cálida bienvenida. El propio Felipe Benicio lo vistió ceremoniosamente con el hábito religioso.

Uno de los lemas de Peregrino como Siervo de María podría haber sido: "¡Hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy!". Intentó cada día convertirse en un religioso más ferviente. Para expiar sus pecados, se trataba con severidad y se esforzaba por ayudar a los pobres y a los afligidos.

Comenzaron a llamarlo "Ángel del Buen Consejo", en agradecimiento por sus sabios consejos.

Luego de ordenarse sacerdote, fundó en Forli un monasterio de los Siervos de María. Años más tarde, le apareció un tumor cancerígeno en su pierna derecha. Era tan doloroso que finalmente accedió a que el cirujano se la amputara.

La noche previa a la cirugía, Peregrino rezó durante horas. Luego se adormeció y soñó que Cristo lo tocaba y curaba su pierna. La emoción lo despertó. Bajo la tenue luz de la luna, vio que su pierna, que había sido cuidadosamente vendada unas horas antes, estaba completamente curada.

Los forlineses lo admiraron aún más al enterarse de su cura milagrosa. Cuando estaban enfermos, apelaban a sus oraciones. Algunos se curaban cuando él les susurraba "Jesús" al oído. Desde entonces, la Iglesia lo ha designado patrono de las personas con cáncer, dolencias en el pie o cualquier enfermedad incurable.

Peregrino murió el 1 de mayo de 1345 y fue canonizado en 1726.


Junio
Santa Juliana Falconieri

Nació en Florencia en el año 1270. Su padre era riquísimo y había construido por su propia cuenta un templo en honor de la Santísima Virgen de quien era sumamente devoto.

De joven era tan virtuosa, que San Alejo le dijo a la mamá de Juliana: "Dios no sólo te dio una hija, sino que te regaló un verdadero ángel".

A los 15 años, luego de la muerte de su padre, decidió optar por la soltería y dedicar su vida a la oración, a la meditación, a la caridad y al apostolado. Por medio de su decisión nace la rama femenina de los Siervos de María. Bien preparada por su tío, San Alejo (fundador de los Siervos de María) recibió del gran apóstol San Felipe Benicio el distintivo de Terciaria de los Siervos de María. Este distintivo era un manto sobre la cabeza. Ella siguió viviendo en su casa con la mamá, pero observando una conducta tan religiosa y tan santa como la de una fervorosa religiosa. A otras les agradó este modo de practicar la vida religiosa (quedándose con sus familiares, pero observando una conducta como la de una santa monja) y siguieron su ejemplo. Todas llevaban como distintivo un manto sobre la cabeza, por lo cual la gente las llamaba: las muchachas de la pañoleta.

Creció mucho el número de las jóvenes Terciarias (se llaman terciarias a las que pertenecen a la tercera rama de una comunidad religiosa; la primera son los hombres; la segunda son las monjas y la tercera son las personas laicas que viven en el mundo pero llevando una conducta como de gente muy piadosa) y tuvieron que conseguir una casa para reunirse. Entonces ellas eligieron como superiora a Juliana. Su asociación tomó el nombre de “Siervas de la Virgen María”. Durante 35 años, hasta su muerte dirigió esta piadosa asociación, llevándola a un alto grado de perfección. Pasaba horas y horas dedicada a la oración, sin sentir pasar el tiempo. A quien le preguntaba por qué estaba tanto tiempo de rodillas le respondía: "Es para alejar las tentaciones". Muchos días los pasó solamente con la Sagrada Comunión, sin ningún alimento más.

Su fama de santidad se extendió por todos los alrededores de la casa donde vivía y por toda la ciudad. Y por medio de sus fervorosas oraciones consiguió favores especialísimos para quienes se encomendaban a sus plegarias.

En su última enfermedad, a la edad de 71 años, ya su estómago no le recibía ningún alimento. Vomitaba todo lo que comía. Así que tuvo que dejar de recibir la Sagrada Comunión. Y esto constituía para Juliana la más grande mortificación y penitencia. Y sucedió que en la última visita que le hizo el sacerdote, llevando el Santísimo Sacramento, la santa, sabiendo que no podía comulgar, pidió que le colocaran sobre su corazón un mantel blanco y sobre este mantel la Santa Hostia. Y he aquí que de un momento a otro, la Hostia Consagrada desapareció y nadie la pudo encontrar. Ella había pedido poder recibir a Jesús Sacramentado antes de morir, y su estómago no le permitía, pero su fe le consiguió el prodigio de poder comulgar. Después de muerta encontraron sobre su corazón, en la piel, una cicatriz redonda, como si hubieran cortado para que pasara una Hostia. En recuerdo de esto, sus religiosas llevan siempre sobre su hábito, en el lado del corazón, una medalla donde está grabada una Santa Hostia.

Tan pronto como la Hostia Consagrada colocada sobre su corazón desapareció, Juliana, con una expresión de inmensa alegría en su rostro, como si estuviera en éxtasis, murió llena de amor hacia Nuestro Señor. En su sepulcro se obraron numerosos milagros.


 

Agosto

SAN FELIPE BENICIO

http://www.lsfb.cl/lsfb/recursos/pastoral/pastoral_archivos/01.jpgNació en Florencia, Italia el 15 de agosto de 1233. Fue el quinto general de la orden de los Siervos de María. Ha sido considerado como el máximo propagador de la obra por el gran impulso que le dio. Su vida está llena de prodigios y leyendas. Aún no tenía un año cuando llegaron a pedir limosna a la ciudad de Florencia algunos religiosos servitas; cuando el niño los vio exclamó milagrosamente: “Estos son los siervos de la Virgen”.

Graduado de doctor en Padua y vuelto a Florencia andaba deliberando sobre el estado que abrazaría, cuando un jueves de Pascua entró a orar en la Iglesia de Fiésole. Mientras oraba le pareció escuchar que el crucifijo le decía: “Ve a la colina en que habitan los siervos de mi Madre; así cumplirás la voluntad de mi Padre”.

Ensimismado con este pensamiento entró a escuchar misa en la capilla de los Servitas de Caraffagio. La epístola de ese día trataba sobre la conversión de un eunuco de la reina de Etiopía, causándole gran impacto las palabras del Espíritu Santo dirigidas al diácono Felipe: “Felipe acércate a este carro”; le pareció que se las decían a él, por la similitud del nombre.

Llegado a su casa se puso a orar hasta la media noche a la Santísima Virgen pidiéndole que le diese a conocer la voluntad de Dios. Durante el tiempo que permaneció en oración tuvo esta visión: Le pareció que se hallaba en medio de una vasta y desierta campiña, donde no veía más que precipicios, peñascos, rocas escarpadas, lodazales, serpientes, espinas y lazos tendidos por todas partes. Atemorizado con tan espantosa visión, comenzó a dar gritos con todas sus fuerzas, tranquilizándolo enseguida la Santísima Virgen que se le apareció sobre un resplandeciente carro rodeada de ángeles y de bienaventuradas; y repitiéndole las mismas palabras que había escuchado en la misa: “Felipe acércate y júntate a este carro” le pidió que entrase en la Orden de los Servitas. San Felipe obediente ingresó a la Orden y al entrar declaró: “Quiero ser el siervo de los Siervos de María”.

Hay otro hecho de su vida que destacar: En 1268 mientras visitaba la comunidad de sus hermanos de Arezzo, la ciudad estaba pasando por momentos de penurias, por la escasez de alimentos, afectándole también la carestía a ellos. El santo al darse cuenta de lo que pasaba en su comunidad se puso a los pies de la Virgen María, suplicándole que los socorra y proveyera misericordiosamente en tan gran necesidad. La Divina Providencia no se hizo esperar y en ese mismo momento aparecieron en la puerta del convento dos cestas llenas de provisiones y de pan. Nadie vio ni supo quien lo había dejado, llegando los religiosos a convencerse de que la Virgen María lo había hecho. A partir de entonces la Virgen fue llamada e invocada como “Madre de la Divina Providencia”.

El 23 de agosto de 1285, San Felipe Benicio deja este mundo y parte al encuentro del Padre dejando un recuerdo imborrable en muchas generaciones.