Nuestra espiritualidad
Servir con el corazón de María


Servir como Jesús y María
El corazón de nuestra vocación es el servicio compasivo, inspirado en la entrega de Jesús y en la presencia fiel de María junto a la cruz. Nos consagramos al anuncio del Evangelio y al acompañamiento de quienes más sufren, especialmente los enfermos, los pobres y los que viven en soledad.
Nuestro servicio no es solo acción, es una forma de vivir el amor cristiano con gestos concretos de misericordia. Estar presentes, escuchar, sostener y consolar es parte de nuestro llamado a ser signos vivos del amor de Dios en medio del dolor humano.
Fraternidad que da sentido
Vivimos en comunidad porque creemos que la fraternidad es parte esencial del camino del Evangelio. Compartimos la vida como hermanos, en oración, diálogo y misión, aprendiendo a vivir en humildad, corresponsabilidad y unidad.
Nuestra fraternidad no se queda dentro de los muros del convento. La llevamos a cada espacio donde servimos, construyendo relaciones basadas en el respeto, el acompañamiento y la solidaridad cristiana.


Inspiración mariana
María, sierva del Señor, es nuestro modelo espiritual. En su silencio, en su fortaleza al pie de la cruz y en su disponibilidad absoluta a la voluntad de Dios, encontramos la fuente de nuestra identidad y misión.
Nos inspira a vivir con humildad, cercanía y entrega, acompañando a los que sufren como ella acompañó a su Hijo. Ser Siervo de María es vivir el Evangelio desde el corazón de la Madre, con ternura, firmeza y compasión.
Misericordia que transforma
La misericordia es el centro de nuestra acción pastoral y espiritual. Nos impulsa a ver el rostro de Cristo en cada persona que sufre y a actuar con ternura, justicia y compromiso.
Nuestra presencia en hospitales, comunidades y obras sociales es un reflejo del deseo profundo de ser instrumentos de consuelo. La misericordia, más que una actitud, es nuestra forma de estar en el mundo con el corazón abierto y las manos al servicio del otro.



Santos que nos inspiran

El 17 de febrero celebramos a los Siete Santos Fundadores, quienes en el siglo XIII abandonaron sus bienes para vivir en oración, fraternidad y servicio.
Ellos dieron origen a la Orden de los Siervos de María, con un carisma profundamente mariano, compasivo y comunitario.

El 1 de mayo recordamos a San Peregrino, patrono de los enfermos de cáncer. Su vida de conversión y su unión con el Cristo crucificado lo hicieron ejemplo de fe en medio del sufrimiento.
Su figura es fuente de esperanza para quienes enfrentan la enfermedad con fe y dignidad.

Cada 12 de julio celebramos a San Antonio María Pucci, sacerdote servita conocido como el “cura bueno” de Viareggio.
Dedicó su vida al cuidado de los enfermos, la formación de los jóvenes y la atención pastoral con humildad y ternura.

El 19 de agosto celebramos a Santa Juliana Falconieri, fundadora de las Siervas de María. Su vida fue un reflejo del amor eucarístico y el servicio silencioso a los pobres y enfermos.
Es modelo de humildad activa, caridad concreta y profunda unión con Cristo.

El 23 de agosto recordamos a San Felipe Benicio, gran propagador del espíritu servita y quinto superior general de la Orden.
Fue un líder humilde, sabio y profundamente cercano al pueblo, que promovió la expansión de la Orden con espíritu misionero y compasivo.